El amar de una arboleda.

Algún día de mis despertares
amanecí,
                resurgí,
                              renací
De esta manera.
Miro por debajo de mi hombro y los árboles perdieron sus cortezas. Lo sé porque éstas son ahora mis costras casi mutadas me dicen los reflejos de las punzadas que me lanzan con pena.
Recupero el alce de mi vista donde un número de personas
                                a atravesarme
              a escalarme
Se misionaban
                                     para abrazar mis raíces.
Su presunta bondad no era suficiente y lo lamenté.

Entonces, detrás de un pestañeo, resentí, crecieron, sí, sentimientos pero, ya me vi anclada a la tierra y no valió el tarde más que el nunca. Ya era una inmensa escasez lo que podría darles.

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